BOCA CAMPEON DE AMERICA ! ! ! REY DE REYES ! ! !
Calla Porto Alegre. Gremio otorga. Minuto de silencio en el Olímpico
Monumental. La hoguera de las vanidades se extingue en portuñol. Se deshace
el humo de las bengalas. Se apaga el incendio, el sonar de las perturbantes
bombas de estruendo. Gremio quiso ganarlo de adentro hacia afuera.
Borrachera colectiva, damajuanas y longaniza. Vale todo. El placar
electrónico exige aliento. Se respira violencia, anti Boca, anti argenta.
Desde arriba, mean. Allá abajo, sobre un córner, en la arquibancada (bah, la
popu Brazil version), ellos, de azul y amarillo, se hacen notar. Se dice que
son unos 4.000. No parece. El "somos locales otra vez", de a poquito, le
gana al "uh uh uh, argentino, palo en el cú". O algo así de autóctono. La
prensa ''visitante'' copa un pasillo de evacuación. La dirigencia y los
suplentes sin suerte se agolpan en un palco VIP. Como puede, Boca se adueña
de la final, de la capital gaúcha. Y no parece otra cosa que una ciudad
sitiada entre tanto helicóptero y celosa custodia policial. Derruida. Lejos
de la hazaña tras un 0-3 irremontable. Tampoco parece la venerada San Pablo,
megalópolis testigo del mito y realidad de Carlos Bianchi (bien lo sabe
Palmeiras, bien lo recuerda Santos), aunque esos espantosos pantaloncitos
amarillos —que se subieron de apuro a un chárter por exigencias
reglamentarias de última hora— eran del 2003, todavía época del
Virreinato... En Río Grande do Sul, en los pastos donde Ronaldinho le empezó
a mostrar los dientes al mundo, el Boca de Miguel Russo, otro que no
escatima en sonrisitas continuas, le mostró el corazón al planeta fútbol.
Quebrando una hegemonía copera —de Libertadores, competición madre de
América— que, en las anteriores tres ediciones, trocó en cafetera. Agrio
sabor colombiano, en Manizales; doblete con tonada portuguesa en 2005 y
2006, el año en que Boca fue boquita, equipo de cabotaje. Pero en el 2007,
la historieta viró. Y dio la vuelta (olímpica) al mundo. Bien lo entiende el
Milan que, en la madrugada italiana, debió sacarse el sombrero ante el nuevo
Rey de Copas: 17 a 16 y se acabó...
Doblete de Riquelme para certificar el histórico 5-0 global en Libertadores.
Y la llave gigante de una Toyota para Román, MVP, uno de los primeros que
enfiló para el codito, uniéndose en el pogo con la barra. Y la rondita que
se extrañaba reapareció. Como los palitos para la contra. "La Copa
Libertadores no se hizo pa'' Gallinas", cantaban... Sí, todo acabó. Como el
humo de las bengalas, como el vino acervezado. Como el fantasma de Porto
Alegre, tricolor como Almagro, incoloro como pocos. Boca festeja el retorno
al champagne. O a la caipirinha, por caso. Ya se escuchan chocar las Copas
prometidas, las Copas "que perdieron las Gallinas", tal como se escucha
sobre el córner, de boca de todos. Y Gremio aplaude. La alegría no es sólo
brasileña. Porto Alegre calla. Calla por Boca...
Fuente Ole.com
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